lunes, 1 de noviembre de 2010

POS-MODERNISMO O CRISIS DE LA MODERNIDAD.

En la actualidad, el hombre se ha acostumbrado al manejo de conceptos, muchas veces no analizados o comprendidos en su totalidad. Posmodernismo y Modernismo, pertenecen a este universo, en el que numerosos pensadores continúan discutiendo sobre si estamos en una nueva etapa, o simplemente asistimos a la crisis de la anterior.
Posmodernismo …o Crisis de la Modernidad…?. La pregunta aparentemente menor, contiene en realidad, un debate que desvela a investigadores de todas las disciplinas sociales. Y aunque el hombre común no se sienta alcanzado por la cuestión, esta lo atraviesa en aspectos cotidianos mucho más de lo que supone.
Al retroceder en el tiempo, asistimos al nacimiento de la Modernidad y sus características fundamentales: los grandes descubrimientos científicos, la industrialización de la producción y su consecuente alteración demográfica y urbanística. Asimismo, con ella surge la consolidación de Estados Nacionales, aparecen los medios masivos decomunicación y se desarrollan los movimientos sociales y políticos masivos. Finalmente se asiste a la constitución de un mercado mundial capitalista. La racionalidad a la par de los avances tecnológicos y científicos contribuyó a delinear el espejismo del progreso ilimitado como respuesta a los múltiples interrogantes de la humanidad.
Pero el sueño se rompió y la sociedad global presenció el derrumbe de los trofeos de la modernidad: el fracaso de los ideales revolucionarios, dos guerras mundiales en un mismo siglo, el holocausto, la proliferación nuclear y la acentuación de la marginalidad. Junto a ellos, el hambre y la desocupación con niveles y formas no registrados hasta el momento parieron una etapa marcada por la fragmentación, la multiplicidad de significados y el relativismo; la mutación del individuo en consumidor y su apatía hacia lo político y participativo. Algunos comenzarían a referirse a este fenómeno como “Posmodernidad” y se instalaría la discusión.
Para Rafael Roncagliolo, la obsolescencia y caducidad de tres núcleos de significación precisos referidos a procesos concretos de la modernidad, constituyen el corazón del posmodernismo. Estos son: El núcleo de significación cultural, cognitiva y ética, el económico y social y por último, el político.
El agotamiento de las grandes narrativas del siglo XIX da surgimiento a una culturarelativista, como característica distintiva del estadio cultural.
“El posmodernismo ha nacido precisamente como matriz y correlato cultural de la idea desociedad postindustrial” dirá Roncagliolo, fundamentando la raíz de la transformación en la parte económico-social. Es en los estertores de la sociedad industrial, donde agonizan los movimientos sindicales, la producción masiva y la cultura y los medios de masas, según el autor.
En referencia al último eje, el estado nacional es el que sufre el conflicto del cambio provocando quizás la más seria de las consecuencias: la crisis del sistema democrático y de la idea de ciudadano como actor indispensable y vital del mismo.
Globalización y posmodernidad adjudican a la comunicación el carácter esencial como fenómeno cultural motivador de este cambio trascendental. “La globalización sería imposible e ininteligible sin sus vehículos culturales: la TV, la computadora y las telecomunicaciones y sin la transformación radical de la cultura y de la política que estos vehículos portan” afirma Roncagliolo.
En ese sentido, Giovanni Sartori expone en su “Homo Videns” este cambio radical delhombre. Homo Sapiens antes, hijo de la cultura escrita, se convierte ahora en un sujeto producto de la comunicación audiovisual y sus laberintos. “La crisis de la modernidad en el terreno de la política se debe al advenimiento de la globalización-videoesfera, en la que se desvanecen los cimientos mismos de la vida democrática”, resume Roncagliolo al respecto y Régis Debray aportará la idea de que “La video-política acompaña una nueva conversión de los sujetos individuales, que dejan de ser ciudadanos -a los que hay que convencer- para convertirse en consumidores a los que hay que seducir”.
Reconocido el nuevo contexto, encontramos sin embargo especialistas que difieren y acentúan el hecho de que nos encontramos aún en la modernidad, solo que ante un período de crisis inédito.
Santiago Kovadloff, catedrático chileno, autor de “Sentido y riesgo de la vida cotidiana” sentencia: “La posmodernidad es la crisis de la modernidad”, situándonos frente a la idea de que asistimos a la simple prolongación de esta última, en incontables aspectos; lo que aparece como “post” sería solo en realidad “intra”. “Que haya dejado la modernidad de ser lo que en gran medida fue –racionalista- no significa que haya inmolado la razón en el altar del descrédito ni que se haya extinguido con su propio exceso” explica.
Para el autor, determinadas características que le pertenecían a la modernidad, como el romanticismo y el conservadurismo en ciertas actitudes, se encuentran también presentes en lo que se denomina erróneamente como post, y viceversa. Y la verdad desnuda, se presenta obvia: atrás el Siglo de las Luces, muerto el positivismo redentor y sepultadas “las aspiraciones del progreso lineal en los campos de exterminio, no es la modernidad la que ha muerto, sino sus configuraciones clásicas”. La mal llamada posmodernidad nutrida de desencanto, hastiada de tanta moda pasajera, será la semilla que hará germinar un rumbo político, social y filosóficamente mas sano y justo, concluye Kovadloff.
Aparece entonces evidente el papel de la comunicación como objeto insoslayable de este proceso-puja (modernismo-post). Sin embargo, para ajustar la comprensión, deberíamos, según el comunicólogo Alejandro Grimson, invertir la mirada y analizar el complejo proceso comunicativo, como un emergente de la situación histórico-social en un contexto específico. “Interculturidad y comunicación” emergen como dos características palpables del momento que vivimos. En sociedades actualmente atravesadas por conflictos étnicos, migraciones forzadas, refugiados políticos y, la condena de la que nadie parece escapar, el incremento de la “clásica” brecha entre ricos y pobres irrumpen estos “desplazamientos decisivos en un nuevo contexto mundial de agrupamientos étnicos y nacionales, atravesado por un amplio proceso de culturización de las disputas políticas”.
De esta manera, el tradicional concepto de Comunicación, entendido como sinónimo de “transmisión” se ve superado por la etimología del verbo “comunicare”: poner algo en común.” Y, en igual forma, también se pone en duda nuevamente el concepto de posmodernidad como representante de una cierta ruptura con “lo” anterior, cuando en realidad contextos novedosos se plantean en circunstancias que no lo serían tanto... “Modos de identificación que se consideraban archivados en la historia reaparecen con fuerza inusitada, mientras nuevos colectivos de identificación surgen en las mas diversas ciudades. y nos enfrenta al dilema” resume el investigador.
Dilema al fin, Grimson se pregunta ante la multiplicidad de gentes y realidades “se trata de la condena a Babel, el destino inexorable de la incomprensión?”...Solo para responder iluminando el concepto: “El sentido de la interacción simbólica y de las interpretaciones de mensajes masivos surge, no del texto mismo, sino de la sedimentación de la historia social y de las disputas más amplias que se producen en un contexto específico”
Entonces, presente el protagonismo excluyente de la nueva comunicación y sus facetas en el cambio, simultáneamente con la paradoja de lo novedoso y recurrente a la vez de las puertas de salida para viejos problemas sociales, y a pesar de las diferencias que no son menores a la altura de la categoría investigativa de los autores y de las corrientes que aun continúan debatiendo, observando y analizando, se podría inferir, apreciar que estamos en presencia de una exquisita metáfora. Por un lado, nos encontramos con un proceso, llamémoslo post o prolongación de la modernidad, el cual se caracteriza por lo inédito y por su dinámica permanente. Sin embargo, por otro lado, reconocemos en él, las huellas de ancestrales utopías y de determinados abordajes del pasado que remiten a la raíz de problemáticas actuales. En suma, la paradoja consistiría en aceptar ambas vertientes como parte del debate, sin descuidar la sustancia: nuestra asistencia como observadores o protagonistas, a un momento de cambio permanente que nos reclama participación minuto a minuto.

Leyla J. Rubiano C. 


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